¿Quienes somos para decidir qué es el tiempo? Cuanto es poco y cuanto mucho no está en nuestras manos y aún así le ponemos etiquetas. Intentamos hacer tangible la única cosa que sabemos con seguridad que es nuestra vida pero que no podemos sentir. No somos conscientes del verdadero valor de aquellas palabras que se refieren a él. Un "siempre" nunca lo será y un "nunca" puede que tampoco.
Tantas palabras significan algo en el tiempo que no nos damos cuenta de lo que contienen. Si nos paramos a pensarlo, no poner lo que llamamos un orden temporal, cambiaría toda nuestra forma de comunicarnos. Estamos demasiado acostumbrados a decir esas expresiones y la mayoría son demasiado vagas. "El otro día", le damos mucho uso y no significa nada, puede ser cualquier momento del pasado.
Luego van las promesas. No son otra cosa que otra concepción del tiempo. Son retos, visiones, juegos de nuestra mente para hacernos sentir bien. Es poco probable que se cumplan, pero son tan bellas que casi a diario las hacemos. Pero ¿por qué tenemos la necesidad de hacerlas? ¿Por qué atarnos a algo que no sabemos si es real? Solo interfieren en el futuro, siempre diciéndonos qué hacer, cuándo y cómo. Ahora es el momento en el que deberíamos seguir sin mirar atrás. Borrón y cuenta nueva.
Hoy, la entrada es todavía más patética. Para todo aquel que se aburra leyéndolo, te aguantas. Sabías a lo que venías.
Por más que me empeñe no estoy hecha para ser.



























