Los débiles primeros rayos de sol iluminan el verde. Los tallos de las plantas se estiran, despertando del largo invierno. Las últimas nieves lloran su hora y poco a poco desaparecen. Las flores llegarán, con las sonrisas.
¡Cuánto desorden! Llega el cambio, pero no hay preparación. Todo se resiente. Cuesta respirar, ver, pensar. Sólo queda tirarse a la cama. Esperar a que el tiempo lo calme todo. Desear un abrazo que todo lo hiciera desaparecer.
Mientras, las palabras se atragantan. Se hace un nudo cada vez más y más grande. Los puños cerrados. Los brazos pegados al tronco. Absoluta impotencia. ¿Por qué todo tan complicado? Lo simple que sería decirlo. Con los ojos cerrados, que cuesta menos. Y el brillo en las mejillas. Y el corazón acelerado. Y el miedo.
Ojalá fuera tan fácil de olvidar. Si hay que complicar las cosas, se hará bien. Al menos, se intentará.
