Es ese momento, da igual la temperatura exterior, solo sientes fuego. Te come por dentro y contagia todo lo que tocas. Podrías estar en un iglú que se sublimaría. La respuesta. Todo se calma y quedas indefensa, abrazada, buscándole. Empiezas a notar el frío por lo que te apretas más. Notas el frío y el calor. No sabes qué sentir, pero estás tan bien que cierras los ojos y lo escuchas. Escuchas latidos acelerados que se apaciguan. Escuchas respiraciones volviendo al control. Escuchas la felicidad.
Hay veces que conseguimos recuperar algo que creíamos perdido. Deberíamos ir con cuidado, pero nos aceleramos y al final hay peligro de volver a perderlo. Asusta y complica las cosas. ¿Por qué esa necesidad del aquí y ahora? ¿Por qué nos arriesgamos? Ya nos atrevimos a preguntar, ahora hay que dejar que reposen las cosas. Mientras hay que irse escapando poco a poco.
Ya se termina la pequeña libertad. Después de una época dura, en la que mi cerebro ya no sabía la respuesta. Una semana de completa nada. Descanso. Ahora vuelta a descubrir. Vuelta a ser una extraña. Dentro de poco más de 2 meses otra vez igual. ¡Qué alguien me reinicie, creo que me sobrecargo!
