Me levanté de la cama y miré el reloj. Tarde, y yo sin dormirme aún. El día no había estado nada mal, había difrutado del sol, pero toda la positividad estaba ya desaparecida. Me animé a salir sin hacer ningún ruido de mi cuarto, a refrescarme la cara en el baño.
Mientras las gotas de agua resbalaban por mi rostro, contuve la respiración y me miré. Empecé a sacar defectos (no físicos, esa lista no admite modificaciones). Mi cabeza funcionaba a tal velocidad que me quedé tan quieta que parecía una cáscara vacía.
Mucho después de que el agua hubiera desaparecido, dejando esa incómoda sensación, me senté. Alba, respira, tranquila. Los ojos me picaban así que los abrí todo lo que pude y seguí esperando.
Mi cabeza seguía en funcionamiento. Ese macabro funcionamiento, tortuoso cómo él sólo, sin sentido. Destruía la tranquilidad, la seguridad y la felicidad, aún así seguía sentada.
Me tiré en la cama, busqué los cascos y la música lideró el silencio. Trouble de Coldplay para ser más exactos. Hundiéndome en algo que no sabía ni qué era. Aunque sí sabía que todo estaba en mi cabeza, pero verme como me veía sólo provocaba que no pudiera controlar el picor de los ojos y me escondiera entre plumas y algodón.
Sólo podía verme como algo que no merecía la pena, algo roto. Todas las comparaciones me hacían más débil y aún así seguía, queriendo desaparecer durante dos segundos mientras todo desaparecía y volvía a ser la chica tirada en el césped, mirando al sol y sonriendo. Esa chica va y viene. Esa chica se tortura. Esa chica tortura a otros.
Terminé encendiendo el ordenador.
Mientras escribo me arrepiento de hacerlo, de dejar que se vea, pero aquí puedo recordármelo más tarde. Mi pequeño muro de todo lo bueno y lo malo. Me recuerdo que no puedo tener una vida normal, tranquila, porque soy incapaz de hacer nada simple y he aprendido a crearme problemas.