jueves, 2 de febrero de 2012

Si al menos fuera suficiente

Hoy, después de demasiado tiempo, de dos aprobados y dos suspensos confirmados, vuelvo a delirar. Ahora parece que solo puedo empezar las entradas disculpándome por no escribir más a menudo o diciendo que lo intentaré un poco más. Por más que quiera que eso sea verdad me temo que ya me he dado cuenta de que no. Pobres aquellos que se aburren y me leen.

Siento la necesidad de hablar del miedo a que cambien las cosas. Como dicen: "Si está bien, no lo toques", pero todos esos beneficios que se esconden en los cambios se quedarían existiendo sin hacerlo. ¿Cómo podríamos saber cuando es a bien y cuando a mal? ¿Por qué tenemos que pensar tanto la mayoría de nuestros movimientos? Y lo más importante, ¿por qué cuando tenemos la oportunidad seguimos pensando y no lo hacemos realidad?

Está ese miedo a que no haya nada bueno, a que todo sean imaginaciones nuestras. Está la tontería. Todo sería mucho más fácil si no pensásemos en los otros, si no nos afectase cómo nos ven ni cómo creemos que lo hacen. Que hay cambios cuyo efecto negativo dura muy poco, pero aún así, no se hace nada cuando se debería.

Ahí está, esa inutilidad que se apodera de ti y de la que no sabes escapar. ¿Por qué no habré hecho nada? ¿Qué habría pasado si...? Nunca felices, siempre recordando e inventando todos los posibles finales. Aún sabiendo que el escenario más probable puede ser favorable no nos movemos, porque el negativo está ahí. Las posibilidades de que acabe mal, aunque sean nimias, nos observan. Temerosos por perder, ansiosos por ganar.

Sigo pensando que necesitamos una herramienta que no nos permita pensar demasiado, que nos haga intentarlo. Estaría bien tener algo que me dijera lo tonta que soy. Que me dijera "Hazlo". Que se llevase todas las dudas.

Solo pido que algo nos arañe un poco las neuronas y saque lo mejor que tenemos.
Dijo la que se esconde.